19 de enero de 2011

Gym? Gym! Gym?!

Ya llevo casi tres semanas de estar yendo al gimnasio, mínimo cuatro veces por semana, lo cual para mi es todo un record. Yo me plantee toda una estrategia para no fallar, ir en grupo. Le dije a mi tía que se metiera conmigo, y la mae es lo mas fiebre que hay y también es muy persuasiva al respecto (lo cual significa que ella da miseria incesante hasta que yo decida agarrar mis tiliches e ir al gym); y voy con una compañera de trabajo, lo cual me hace sentir esa “sana competencia”, para ver si acaso logro algo con mi tiempo invertido en “fitness”.

La primera semana fue como mantequilla, pura actividad para subir el ritmo cardiaco (no sabíamos lo que estábamos haciendo, pero manda huevo estar usando mal una caminadora). Por lo menos yo sentí que tenía más energía, y ahora poco a poco creo que me estoy alejando del riesgo de un paro respiratorio por subir escaleras.

Ya la segunda semana, nos hicieron el diagnostico. Mi tía, una flaca de toda la vida, le dijeron que tenía que bajar 3 kilos, TRES PINCHES KILOS. Ella siempre ha tenido cuerpo de modelo, por tanto no es la gran tragedia, y tiene mas de 40 años, más bien es un logro.

Mi evaluación fue un con entrenador, alto, moreno, musculoso, súper serio y con pinta de peligroso, osea, mi pareja perfecta. El mae no habla nada, por lo menos conmigo, fuera de lo necesario. Es 100% tajante y me dijo que tenia que bajar 10 kilos en tres meses; a lo cual, en mi estupor y por estarlo contemplando, le dije que si sin siquiera pensar en las consecuencias de aceptar tal proposición.

Después de eso, seguimos haciendo cardio porque no había nadie que me explicara bien el programa, que para mi estaba en chino. Ayer empecé mi rutina, y llegue a la conclusión que los gimnasios pudieron ser utilizados como tortura en la Edad Media, y hubieran sido más efectivos que todas las cochinadas que uno ve en los museos.

Hice cardio, pesas, cardio, pesas, cardio… En un toque pensé en bajar el peso que estaba usando para las repeticiones, pero en ese momento descubrí que estaba usando la menor cantidad de peso posible, lo cual solo significa que a pesar de mi tamaño soy una completa debilucha, y no quería que mi sexy-nazi entrenador lo notara.

Después de toda la sesión de tortura (uno paga el gimnasio para ir a sufrir), llegue a mi casa y me comí básicamente todos los sobros del día, el hambre era demasiada. Estaba tan cansada que ni aliste merienda, ni mi bolso, ni nada.

Hoy, me duele la mitad del cuerpo, la otra mitad no la siento; y todavía me falta hacer otra rutina en la tarde…

3 comentarios:

Anti dijo...

si yo tuviese que bajar de peso creo que preferiría dejar de comer antes que exponer mi corazón a tales aparatos de tortura medieval jaja, menos mal que había un estimulante nazi sexy!! Igual mejor eso que hacer piruetas con una sonriente profesora de aerobics

FAT dijo...

Sin PIEDAD nena, NO PAIN NO GAME >:D

Naty dijo...

anti, yo creo que no hago aerobicos por culpa de esa instructora de cuerpo perfecto que solo dice "uno mas, dos mas" y yo sin aire pensando en que ya perdi la cuenta...