30 de julio de 2012

Me la deben...

He visto unas mil veces por Facebook la imagen con la frase cliché de “uno espera mucho de los demás porque estaría dispuesto a darlo todo por ellos” o una babosada así. Al principio yo pensaba que era cierto, que yo si haría, y he hecho, muchas cosas que la gente no ha querido hacer por mí; acompañarlos al doctor, celebrar un cumpleaños, hacer de niñera, prestar plata, salir cuando nadie más quiso ponerse el traje de luces… La lista de pequeños detalles podría continuar con demasiadas acciones que en realidad no marcan un hito o un cambio en la vida de nadie, pero que si generan buenas fotos de perfil; tampoco es que yo he necesitado un riñón o una transferencia de sangre, pero igual siempre me he resentido cuando la gente no me demuestra que en serio me aprecia, y luego me enojo y nadie sabe a ciencia cierta el porqué.
Lo mejor de todo es que yo quiero que me den cosas y que me demuestren cariño a mi manera, y que me lean la mente y que sepan exactamente que quiero porque muchas veces no sé como pedirlo. Pero a final de cuentas, me di cuenta que nunca nadie nos queda bien, y que sin importar cuantas cosas haga yo por lo demás, nunca van a ser suficientes, y tampoco van a generar ese sentido de “deuda” como para crear una obligación de que alguien haga algo por mí.

Siempre que alguien me dice “ay no, ese día no puedo porque tengo que bañar al perro, ya le toca”, yo siento un hueco en la panza del colerón y del dolor de sentirme abandonada y me pongo a pensar “si fuera la tierrosa que te estás ligando, yo no habría terminado de decir la frase y la estarías marcando el día en el calendario con un ‘all day event’ y dejando libres el día antes y el después, por aquello”.

No sé si yo debería sentirme bien porque siempre estoy disponible cuando la gente me necesita y soy un ente espontaneo y libre, o demasiado mal por nunca tener planes y no tener vida social a mediano y largo plazo. Yo casi nunca apunto nada en mi agenda y/o calendario, las cosas solo pasan, las aventuras se dan, los buenos momentos quedan y al final termino feliz porque todavía no he perdido el sentido del asombro y el agradecimiento por las cosas más sencillas.

Por eso yo no organizo fiestas de cumpleaños de gran escala, o actividades que demanden asistencia masiva de mis conocidos, porque sinceramente no me creo capaz de llenar la mesa reservada para 6… Llegan los que tienen que llegar, y siempre son los importan. 

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