Lo mejor de
todo es que yo quiero que me den cosas y que me demuestren cariño a mi manera,
y que me lean la mente y que sepan exactamente que quiero porque muchas veces
no sé como pedirlo. Pero a final de cuentas, me di cuenta que nunca nadie nos
queda bien, y que sin importar cuantas cosas haga yo por lo demás, nunca van a
ser suficientes, y tampoco van a generar ese sentido de “deuda” como para crear
una obligación de que alguien haga algo por mí.
Siempre que alguien me dice “ay no, ese día no puedo porque tengo que bañar al
perro, ya le toca”, yo siento un hueco en la panza del colerón y del dolor de
sentirme abandonada y me pongo a pensar “si fuera la tierrosa que te estás
ligando, yo no habría terminado de decir la frase y la estarías marcando el día
en el calendario con un ‘all day event’ y dejando libres el día antes y el después,
por aquello”.
No sé si yo
debería sentirme bien porque siempre estoy disponible cuando la gente me
necesita y soy un ente espontaneo y libre, o demasiado mal por nunca tener
planes y no tener vida social a mediano y largo plazo. Yo casi nunca apunto
nada en mi agenda y/o calendario, las cosas solo pasan, las aventuras se dan,
los buenos momentos quedan y al final termino feliz porque todavía no he
perdido el sentido del asombro y el agradecimiento por las cosas más sencillas.
Por eso yo
no organizo fiestas de cumpleaños de gran escala, o actividades que demanden
asistencia masiva de mis conocidos, porque sinceramente no me creo capaz de
llenar la mesa reservada para 6… Llegan los que tienen que llegar, y siempre son
los importan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario