17 de marzo de 2011

Love, love, love...

En estos días he visto como a mil parejas de colegiales caminando de la manita por el mundo, haciendo escenas un poco más allá de afectuosas, prodigándose amor eterno mientras un borrachillo orina en una esquina, a una muchacha le roban el cel y un mae le grita cochinadas a una tierrosilla que anda en shorts (ni siquiera es bonita, pero como anda en shorts hay que hacerla sentir importante, y estoy segura que tiene un tatuaje de alambre de púas en algún lado), y yo me acuerdo de cuando yo tuve novio en el colegio, lo cual fue un serio fail.

Tuve novio después del colegio, otro fail… Intente tener no-novios, para ver si acaso, tampoco sirvió de mucho, y así sigue mi triste hoja de vida amorosa.

Por otro lado, veo familiares, amigos, conocidos, que se conocen a su alma gemela y se casan, o se van a vivir juntos, o nunca más vuelven a andar despegados (lo cual me molesta bastante…) o viven de novios por todos los años del mundo y están felices. Para un estándar de la sociedad, eso es amor de verdad, que lo soporta todo, que lo da todo, que lo aguanta todo.

Aun así, yo siempre he pensado que no hay pareja perfecta; que la mayoría tiene peleas legendarias por alguna estupidez, que no siempre están de acuerdo en todo o bien, que se demuestran amor eterno de maneras no muy convencionales (osea, a pichazo limpio).

Igual, yo llegue a la conclusión que el único amor real, que no espera nada a cambio, es el fraternal, el de mi madre, que si lo aguanta todo, y aun me sigue viendo como una chiquita que necesita protección, consejo y apoyo, solo por el hecho de ser yo. El amor de pareja va más allá de un sentimiento, que se gasta (científicamente comprobado). Uno no escoge a la familia, pero si a la pareja, por tanto, estar juntos es una decisión mutua, no una emoción que me obligue a ir a visitar a la suegra, ser porrista en un partido de futbol, cuidar a los sobrinitos o ver una película tan mala que ni con todas las palomitas del mundo se arregla.

Yo busco un amor más racional, más real, mas mío… No niego que esas demostraciones románticas me gustan, pero me gusta más que me pongan atención, que me hagan reír, que me demuestren que me quieren no solo con un peluche que me da alergia o un chocolate que me insta a romper la dieta (si, todavía estoy a dieta).

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