5 de diciembre de 2011

Es diciembre…

No me gustan las aglomeraciones de gente, aunque veo como un pecado capital perderse un buen concierto; creo que esa es la única circunstancia en la que soporto ser estrujada, golpeada y agredida por un grupo súper-desarrollado de desconocidos.

Pero ahora llegó diciembre, lo cual me pone en una posición bastante difícil. Me encanta el clima del último mes del año, el hecho de que haga un sol increíble pero aun así yo sienta frío; despertarme en las mañanas e ir de camino al trabajo viendo las montañas, sentir esa vibra navideña que me pone de buen humor todos los días. Estoy feliz porque empezó mi mes… Pero no todo en diciembre puede ser perfecto, porque nada en esta vida es perfecto.

Yo AMO ir de shopping aunque el 90% de las veces las prendas que me pongo no me quedan, ni siquiera los zapatos, creo que ni las medias, pero igual lo intento. Puede que llegue a mi casa con baja autoestima por culpa de las tallas anormales del mercado, porque la ropa que me queda bien es la más cara o porque básicamente no encontré nada, pero aun así voy de shopping, pero no en diciembre.

Fui a buscar zapatos el domingo, porque una señorita nunca puede tener suficientes zapatos, intenté entrar a una zapatería solo a ver, y de la cantidad de gente, el calor, el ambiente tenso de personas luchando por el ultimo par en 7 ½ , los vendedores luchando por hacerle creer a uno que “ese zapato cede, si es de cuero y se me ve súper bonito” (no, no cede, le va a chimar toda la vida; no, no es de cuero, ningún zapato de cuero de verdad vale 15 rojos, y TALVEZ se me vea bonito pero todavía no estoy segura), después de 20 segundos me tuve que salir, no lo logre, me sentir sofocada, casi ahogada, medio claustrofóbica y sin zapatos nuevos.

Qué bonito día, es diciembre…

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