28 de julio de 2011

Patito feo

Mi familia no es la más pudiente del mundo, y desde que yo nací siempre pensaron que la única herencia que me podían dejar era mi educación; lo único que me podía llevar a la tumba, que le podía dar uso, que no me iban a robar y que pudieran pagar. A punta de puros sacrificios decidieron meterme en una escuela privada, porque Natalia necesitaba aprender inglés, el idioma del futuro, el idioma universal, el idioma de la gente que logra cosas en esta vida… Y ahí fue a parar Natalia, a una escuela privada con aires de grandeza, con clases de inglés medio buenillas y lo compañeros más crueles sobre la faz de la tierra.

Yo nunca he tenido físico de Miss Universo, ni lo voy a tener, ni aspiro a tenerlo, por varias razones; 1.Me encanta comer 2. No quiero ganarme ningún concurso de belleza 3. Soy inteligente (así o mas cliché) 4. No voy a pagar cirugía… En este mundo, los chiquitos gordos o son los patitos o los que se burlan de todo mundo y de ellos mismos antes de que alguien más lo haga, yo era de las primeras.

Pase la escuela peleando por un lugar dentro de un hábitat social súper toxico, y mi tía detrás queriendo que yo fuera parte de todo, esperando que el mundo aceptara a la chiquita que vivió sus primeros cinco años de vida en una burbujita de amor y buenas intenciones. Esa prueba no la pase, pero si logre ser promedio de honor sin siquiera intentarlo mucho. Tomando en cuenta que en mi casa un 89 es motivo de suicidio, tal vez hubo un poco de presión.

El colegio fue peor, porque lo que no logré en la escuela se aumento a la décima potencia entre carajillos precoces, profesores sin vocación, y amistades sin futuro. Y tras de todo, ni siquiera tenía al grupo de rechas de mi parte, porque me caían mal, así o mas engañada?????

Mi salvación llego cuando me fui de intercambio, porque me escape a otro país, a miles de kilómetros de distancia, donde nadie me conocía y me querían conocer, porque yo era la chiquita rara que venía de un país que nadie sabía que existía y con un acento “super cute”. Ahí fue donde me di cuenta que existía gente en este mundo que lo quiere a uno por lo que es y no por lo que aparenta.

Volví un año después, con mil kilos de más y una personalidad… Aun así, todos esos años de tortura tuvieron consecuencias que van más allá de una pobre autoestima y deseo casi nulo de salir a la calle por sentirse horrible frente al espejo.

No sé si será que yo estoy más loca de lo que me gusta aceptarlo, o si esto será un problema común, pero esos momento de infancia cuando uno veía a los demás cuchicheando, estando 100% que yo era el tema de conversación, la entretención general, gracias a los zapatos que no combinaban (yo los amaba igual, me hicieron caminar medio San José para volver a la primera tienda a comprar el único par que me gusto y el único que tenía para el día de ropa corriente), gracias a la mención de un libro que nadie conocía (desde que llegue a primer grado, los libros me parecieron el mejor invento del mundo, era el escape más rápido a la realidad más cruel) o el simple hecho de sentirme completamente pérdida y que se viera reflejado en mi amplio círculo social. Gracias a Dios nunca me dio por hablar sola, porque quien sabe dónde estaría ahora si lo hubiera hecho.

Igual, gracias a esos momentos, a veces, ahora en mis momentos de adulta me pregunto si ese grupo de gente popular (siempre seré poco popular, ya estoy en paz con ese pensamiento) estará hablando de mi, por mis zapatos, el pésimo chiste de la mañana o solo por mi risa escandalosa que le da ese toque especial a las veladas de amigos. Tengo que buscar la paz interna, calmarme y meterme en la cabeza la idea de que si las maes están hablando de mí, no me tiene que importar, o que hay una posibilidad de que este comiéndose al mae de a la par, que se tiñó el pelo azul y tiene un tattoo de los muppets en la espalda.

Será que todos estamos igual de dañados?